miércoles, 27 de noviembre de 2013

El kiosco de una bruja


En el centro de la ciudad de La Plata, se encuentran la mayor parte de los brujos y hechicereos. En este trabajo, vamos a mostrar a personas que tienen ese don y no lo ejercen como trabajo.
En el diagonal 76 entre 3 y 4, una de las pocas casas pintadas de azul y blanco, reflejando su fanatismo por Gimnasia y Esgrima de La Plata, es también un kiosco. La mitad de la casa es un hogar donde tiene muchas habitaciones y por el otro lado es un cochera transformada en un kiosco, donde la parte de afuera tiene un vidrio gigante cubierto con hierros para su seguridad, un cartel luminoso que dice “Kiosco Mis Hijos”.
La dueña del lugar llamada Delma Quinteros, de 75 años, vivé en esa casa desde el año 1967, su marido falleció hace 5 años por cáncer, tiene 3 hijos ya independizados, y 2 nietas.La casa está deteriorada por el tiempo y lastimada por la inundación, todavía se ven las manchas de humedad en varios rincones del hogar, muchos productos de mercadería para el kiosco como por ejemplo gaseosas, galletitas, alfajores.
Un largo camino atravesado por sillones y habitaciones hay que hacer para llegar al living, hay además una mesa redonda toda sucia por hacer tanta comida y todas las habitaciones te llevaban hasta la cocina, con 4 puertas alrededor.
Ya mas tranquilos, sin ningún cliente que toque el timbre para el kiosco, empezamos a charlar sobre sus dones y de porque no los utiliza como trabajo. Ella aprendió a entender su don con un brujo muy famoso de la época de 1980, llamado Vicente .El vivió en Los Hornos, era muy parecido como es hoy con Manuel, no cobraba y tenia horarios de atención. Ella lo conoció cuando le fue a pedir ayuda por uno de sus hijos, y nos contó que vio en ella algo especial, que no tenia todo el mundo, desde ese día le fue enseñando de apoco técnicas, de curación como el empacho y la ojeadura. El día que falleció Vicente, dejó de practicar técnicas de brujería, se dedicaba a cuidar a su familia y a su marido.
A lo largo de los años, fue teniendo visiones que ella no podía explicar, ni entender. Ella se daba cuenta que se estaba transformando en vidente, que con apenas ver a la persona, podía saber que le iba a pasar y que le estaba sucediendo. Esto le daba mucho miedo por que vió cosas de su hijos que no quería saber. 
Estas visiones se fueron apagando a lo largo del tiempo, porque tuvo su eje de atención en su familia, que no pasaba por un buen momento. Ella cree que como se fue olvidando de sus dones, y sus dones se fueron olvidando de ella pero, los hechizos los sigue practicando y cada vecino, familiar o pariente, se acerca a ella y lo ayuda con sus dolores.
Ya terminando con la entrevista, llega el hijo menor, Carlos, con la camiseta de Gimnasia, le contamos que era para hacerle una entrevista a su madre y empezó hacerle bromas a su mama tratándola de bruja. Ya con las anotaciones necesarias, los dejamos tranquilos charlando, mientras que nosotros nos retirábamos.

Lucas Moreno

Nuevos comienzos


Al bajar del colectivo 202 en la avenida 7 entre 50 y 51, el día acompañaba, sol a pleno, calor abrumador, la ropa se me pegaba al cuerpo. Cuando ingrese a la Galería San Martin, mire los rostros de las personas que hacían la inmensa fila, como todos los jueves de grandes estrenos, me abrí paso entre ellos y descendí las escaleras que me conducían al subsuelo. Allí me encontré con la primera casa de tatuajes y pircing. Gire a la derecha buscando el local de Danilo. Sobre el final del pasillo me encontré con un local pintado de azul. En la puerta se veían calcomanías, posters de cartas del tarot, ángeles y rosarios.
Entre al local y vi una división entre la recepción y la sala de atención, allí me atendió Marta, recepcionista y esposa de Danilo, me presente como estudiante de la Facultad, Marta de una manera cordial me dijo que debía esperar unos minutos.
 Ella vestía muy llamativa, aros grandes y de plumas coloridas y un vestido tipo hindú en el que resaltaban los colores negro y naranja, sandalias  de cuero y las uñas de los pies prolijamente pintadas de color violeta haciendo contraste con el vestido. Sentado en una silla, incómoda para el tiempo de espera, hacía que permanezca parado mirando con detenimiento las paredes, el techo, las luces de color azul, presionado por tres búhos que estaban arriba del escritorio de Marta, parecía que sus miradas adivinaban mi impaciencia. El olor a humedad se mesclaba con las esencias que salían de las velas y producía un aroma desagradable.
Mientras tanto Marta me miraba con atención, notando mi incomodidad. Se paró y fue a la oficina de su esposo. Pasados unos minutos salió Danilo, se acercó a mí, a simple vista era un señor mayor de unos 55 a 60 años,  de aproximadamente una estatura de  un metro setenta, tenía puesta una camisa azul en la que se podían ver grandes manchas de transpiración marcadas al adherir a su cuerpo y un pantalón ajustado que hacía que su panza resalte a al verlo. En su cara se veía el cansancio, la preocupación, como no queriendo desconcentrarse ni un minuto. Apretó mi mano saludándome. En ese momento le pregunte sobre sus técnicas de trabajo a lo que respondió con una carcajada que me tranquilizo y luego con palabras simples me explico sus técnicas y métodos. Hablo de sus clientes, de los parapsicólogos y los sanadores en La Plata. Además mencionó la cantidad de jóvenes que decidían pasar  por una sesión de tirada de cartas y lectura de manos. Lo cual no me sorprendió por lo visto en otros lugares similares. Al preguntar sobre cuál es la consulta más frecuente  de los jóvenes menciona que  son los males de amores.
“…lo principal son los engaños, reconciliaciones y buscar el nuevo amor…” Sonríe buscando complicidad y guiñándome el ojo
Al consultarle cómo se definía me dijo que él se consideraba parapsicólogo dado que de muy joven tenía percepciones diferentes a los demás que hacía que el supiera antes que los otros lo que iba a suceder. De  ahí el interés por obtener cada vez más una formación en esta pseudociencia y desarrollarla como medio de vida profesional.
Su explicación fue muy concreta, le agradecí y me retire del lugar. Transite las mismas escaleras que me condujeron al exterior con la diferencia de que la gente ya no estaba, los ruidos eran otros después de dos horas, entonces decidí tomar el 202 de regreso a casa

Gonzalo Apaulaz

jueves, 21 de noviembre de 2013

Colillas en el manicomio



A primera vista, la Clínica San Juan, es una casa grande y linda. Pero es muy distinto de lo que se vive adentro.
Las rejas tapadas por lonas verdes, son altas y no dejan ver el lado de adentro de la clínica. Al entrar hay una recepción y una puerta que no cualquiera puede atravesar. Solo están autorizados los médicos, mucamas, y dentro del día de visita, los familiares autorizados. Un corto pasillo te lleva a otra puerta de rejas y el ruido del timbre indica que ya estas adentro.
Al  pasar esta segunda puerta ya entras al lugar que para muchos de los que están ahí será su casa por muchos meses y para otros, años.
Hay un patio pintoresco lleno de plantas, arboles, una pileta y algunos bancos. Todo parece una especie de hotel, pero solo basta con mirar hacia arriba para ver las rejas que se prolongan sobre las paredes para quitar esa ilusión, y mirar hacia abajo para ver el suelo minado de colillas, reflejando la ansiedad de los que conviven en el San Juan. Allí deambulan personas que matan el tiempo caminando en círculo, mirando a la nada, o esperando la llegada de alguna visita o medico que les diga cómo va a seguir su estadía.
Hay diferentes sectores en el que se agrupan a los pacientes según la edad o padecimiento. Los menores de 18 años deben ser acompañados por un mayor que convive con ellos hasta el final de su internación. Cada sector tiene un office en el que se hace fila para tomar la medicación, un comedor amplio, una cocina, una terraza, y habitaciones para dos o tres personas, con un baño cada una. También hay habitaciones VIP, que no son muy diferentes a las demás, pero que igualmente marcan una diferencia. Los hombres duermen separados de las mujeres y el comedor es el punto de encuentro de todos los que habitan cada sector.
Al entrar, te sacan cualquier cosa que tenga punta, y que ellos consideren peligroso. No hay celulares, y solo con un permiso se pueden recibir llamadas al teléfono del sector. Luego te llevan a tu habitación donde es común ver a tu acompañante de cuarto sedado y atado. Dentro de allí, las paredes son el único lugar para lo propio, fotos de familiares, dibujos, calendarios en los que se tachan los días y manualidades.
Al llegar la mañana se oye la puerta y la voz del enfermero, o de quien esté a cargo del office, llamando a las 7am para desayunar. El mismo consiste en un mate cocido, te, o leche sola acompañado por pan o galletitas de agua. Solo algunos días existe la posibilidad de desayunar una chocolatada.
 Luego hay que esperar hasta las 11am para el almuerzo. Ahí llega el primer momento del día en el que hay que rebuscársela para “matar el tiempo”. Los pacientes fuman desde temprano. Cabe aclarar que el cigarrillo en ese lugar es uno de los pasatiempos más importantes, cada uno tiene su atado y en caso de no tener, resulta incomodo pedir uno. Hay que hacerlos durar hasta la próxima visita o hasta que algún autorizado salga a hacer mandados.
Los pacientes se agrupan para tomar mate, en caso de haber llegado al horario de carga de agua caliente para los termos. Algunos miran televisión, otros juegan al truco, leen diarios, y otros van a los talleres. Estos son: musicoterapia, plástica, terapia ocupacional, educación física y una radio. Cada uno tiene su horario.
Musicoterapia está a cargo de Leandro, un joven que llega a la clínica con una guitarra, cancioneros, y una caja llena de instrumentos para que sean utilizados por los pacientes. Es el taller más esperado. Se juntan todos en ronda en el patio principal o en el comedor más grande de la clínica para cantar, tomar mates, tocar instrumentos o solo para escuchar.
Plástica, a cargo de Pedro, consiste en pintar mandalas. Llevada a cabo en el comedor, cada mesa está llena de lápices a los que solo él puede sacarles punta.
En terapia ocupacional, llega Andrea con hilos encerados y una tijera para cortarlos, que solo la usa ella. La esperan pocos  pacientes sentados alrededor de una mesa y allí hacen pulseras y manualidades.
Educación física, dictada por Gabriel, consiste en una ronda grande de sillas. En cada una, un paciente sentado y realizando la actividad propuesta.
La radio funciona en el turno tarde, y se emite en toda la clínica y también por internet. Leandro llama a los pacientes que están interesados en participar y se dirigen al Hospital de Día. Al atravesar la puerta se ve una mesa circular con un micrófono en el medio y varios auriculares para cada uno de los participantes.
En cada emisión se leen poemas elaborados por los pacientes, se toca la guitarra y la armónica, y cantan todos juntos. Juan es el encargado del sonido. Si la emisión coincide con una fecha especial, como el día del amigo, de la primavera u otros, se habla exclusivamente sobre eso, y todas las actividades se relacionan con el acontecimiento. Por ejemplo, para el día de la primavera, luego de la radio, se realiza un desfile donde se elige al rey y la reina de la primavera y se hacen juegos.
En los momentos en que no se dictan talleres, los pacientes se las ingenian y organizan actividades grupales, con el objetivo de pasar el tiempo de la manera más agradable, siempre acompañados por el mate, que está presente en todo momento. Tocan la guitarra, comparten sus historias, escuchan música, entre otras cosas.
Llega el momento del almuerzo y las personas se reúnen nuevamente en el comedor de su sector. Muchos se ofrecen para poner la mesa y otros esperan la llegada del carrito con los platos servidos. Cada uno tiene su lugar y es respetado por sus compañeros. La comida es abundante y pesada. Y luego el postre: gelatina, fruta o flan.
Nuevamente, los pacientes no saben qué hacer. Los días miércoles, viernes y domingos las tardes se hacen más llevaderas ya que después del almuerzo llegan las visitas. Es una ocasión ideal para arreglarse, esto hace que uno se vea bien y que también la familia lo vea de esa manera. Pero los días restantes las tardes son infinitas y las actividades rutinarias no alcanzan para sacar el vacio que se siente al no saber cómo sigue todo.
Las visitas de los psicólogos y psiquiatras son muy esperadas. Los llantos son frecuentes y la posibilidad de tener un permiso para salir es lo más esperado por todos.
En toda la clínica resuena el llanto y los gritos de los ancianos del sector de abajo. Esto es muy impactante y produce mucha angustia cuando uno ingresa, pero con el paso del tiempo uno convive con esto y lo naturaliza, es un sonido más del ambiente.
A las 16hs la merienda es lo que sigue, muy parecido al desayuno.
Solo quedan un par de horas para el último ritual del día, la cena. Esta se realiza a las 19hs y siguen las comidas pesadas. Esto junto con la vida sedentaria y la medicación hacen que subir de peso sea común en todos los pacientes.
A las 21hs todos deben estar en sus respectivos cuartos. Hasta que llegue ese momento, todos se reúnen en el sector de abajo para contar chistes y para hablar. Ahí ocasionalmente se forma alguna pareja.
Una vez en el cuarto, hay un nuevo día para tachar. Lo que genera felicidad al estar más cerca del día de la salida, ese día en el que vuelva a sonar el timbre de las rejas, y diga que ya estas afuera. Ese momento es tan duro como el ingreso, ya que te despedís de tus amistades sabiendo que a muchos no los veras mas, pero también sabiendo que empieza una nueva etapa y que fue necesario atravesar por eso.

Florencia López Borán

El local de las mascotas espaciales

En la galería San Martín, ubicada en el centro de la ciudad de La Plata, buscábamos algún brujo o tarotista que que pueda acceder para algunas preguntas. En el sub-suelo del lugar, van los jóvenes a tatuarse pero también a tirarse las cartas un local con un tela semi-transparente, cartas de tarot por todos lados, una luz leve mostraba las sombras que había detrás de ella, con una sensación de miedo y de suspenso por saber quien era hombre detrás de las telas.
Al golpear la puerta, sale un hombre de 50 años, llamado Julio Cesar Burgos  y accedió a nuestra propuesta de hacerle una entrevista. Ya adentro del lugar,un cartel bastante grande que decía "Tarot", muchos títulos que parecían universitarios pero eran diplomas del tarot, una mesa  donde tenia todo desordenado las cartas y contenía una lampara que iluminaba todo el lugar.
Durante la entrevista, nos fue contando de apoco la historia de las cartas y de su propia historia. Pero en un momento, empieza hablar de los extraterrestres y que ellos existen. Pero esto no fue lo mas interesante de la nota, sino, que él afirma que también existen las mascotas de los ovnis, junto a un grupo de personas estudian los fenómenos producidos por los ovnis y por sus mascotas.
Su entender de cuales son esas mascotas espaciales es; El hombre polilla, Pie grande, el chupa cabra y todos los mitos urbanos que alguna ves aparecieron y después dejaron de creer. Entre las personas que estaban escuchando la charla , nos conteníamos las risas por lo que nos estaba diciendo. Él nos contó que estos objetos de otro planeta ya tuvieron contacto con los humanos, en Con la llegada del primer ovni en 1947 a la tierra, la humanidad a tenido un quiebre con respecto a la psicología moderna. Antes que no había conocimientos al respecto de los extraterrestres, las personas estaban mas preocupadas por la biblia, los santos, los demonios. Ahora con las fotografías y los conocimientos científicos, la gente cree y piensa que ven a los extraterrestres, pero si lo ven, no creo que los ovnis lo dejen vivo.
Ya terminado con la entrevista, nos fuimos riendo de cada cosa que nos dijo de los extraterrestres, pero contento por tener un nuevo testimonio del mundo de la brujería.

Soplá la vela



Jorge es tan oscuro como la piel que enviste, San La Muerte es su amigo más fiel y el único. El consultorio de La Plata, rodeado de altares a su “santo” favorito, es tenebroso pero tranquiliza la desesperación de sus clientes. Las consultas más frecuentes que llegan a las cuatro paredes de su consultorio son por amoríos y uniones de parejas. 
Él endulza tanto el odio de la otra parte de la pareja hasta que cae rendido a sus pies. Es capaz de hacer cualquier cosa para que funcionen sus trabajos. No le importa si existe el amor, la pasión o el cariño. 
Jorge tiene un as bajo la manga siempre. Su último recurso lo saca cuando la cosa no funciona por ninguna vía, aunque reconoce que prefiere no usarlo. Se trata de la doble “vela mágica”, que es tan hábil como para atrapar cualquier cosa.
A simple vista es una vela común y corriente pero está compuesta por dos partes: la primera es una vela blanca, redonda, larga y hueca; la segunda vela es rosa y tiene una punta muy pronunciada, con la misma altura pero rellena. La primera es una vagina, la segunda un pene. Cuando la primer vela tapa a la segunda vela se asegura -“un éxito rotundo” según Jorge. Se trata de una experiencia que fortalece el sexo, porque -“cogiendo la gente se entiende, vos pasas dos o tres años y eso es por algo”. El brujo con sus manos llenas de bijouterie berreta tapa y destapa el pene con ansiedad, maneja los movimientos a la perfección.
Tiene la mirada perdida, enfoca sus ojos a un horizonte imaginario, salvo cuando tapa y destapa el pene. Siente goce al pensar parejas haciendo el amor. Jorge con mucha seguridad se para del lado del miedo y de la oscuridad, la luz blanca queda pérdida en las sombrías tinieblas. Práctica la magia negra sin pudor con todos sus clientes aunque según él, dudosamente, es incapaz de hacer daño. Pero la “vela mágica” hace de las suyas, no sabe separar el bien del mal y sólo obedece las órdenes de su dueño.
Sofía Lezcano