miércoles, 27 de noviembre de 2013

Nuevos comienzos


Al bajar del colectivo 202 en la avenida 7 entre 50 y 51, el día acompañaba, sol a pleno, calor abrumador, la ropa se me pegaba al cuerpo. Cuando ingrese a la Galería San Martin, mire los rostros de las personas que hacían la inmensa fila, como todos los jueves de grandes estrenos, me abrí paso entre ellos y descendí las escaleras que me conducían al subsuelo. Allí me encontré con la primera casa de tatuajes y pircing. Gire a la derecha buscando el local de Danilo. Sobre el final del pasillo me encontré con un local pintado de azul. En la puerta se veían calcomanías, posters de cartas del tarot, ángeles y rosarios.
Entre al local y vi una división entre la recepción y la sala de atención, allí me atendió Marta, recepcionista y esposa de Danilo, me presente como estudiante de la Facultad, Marta de una manera cordial me dijo que debía esperar unos minutos.
 Ella vestía muy llamativa, aros grandes y de plumas coloridas y un vestido tipo hindú en el que resaltaban los colores negro y naranja, sandalias  de cuero y las uñas de los pies prolijamente pintadas de color violeta haciendo contraste con el vestido. Sentado en una silla, incómoda para el tiempo de espera, hacía que permanezca parado mirando con detenimiento las paredes, el techo, las luces de color azul, presionado por tres búhos que estaban arriba del escritorio de Marta, parecía que sus miradas adivinaban mi impaciencia. El olor a humedad se mesclaba con las esencias que salían de las velas y producía un aroma desagradable.
Mientras tanto Marta me miraba con atención, notando mi incomodidad. Se paró y fue a la oficina de su esposo. Pasados unos minutos salió Danilo, se acercó a mí, a simple vista era un señor mayor de unos 55 a 60 años,  de aproximadamente una estatura de  un metro setenta, tenía puesta una camisa azul en la que se podían ver grandes manchas de transpiración marcadas al adherir a su cuerpo y un pantalón ajustado que hacía que su panza resalte a al verlo. En su cara se veía el cansancio, la preocupación, como no queriendo desconcentrarse ni un minuto. Apretó mi mano saludándome. En ese momento le pregunte sobre sus técnicas de trabajo a lo que respondió con una carcajada que me tranquilizo y luego con palabras simples me explico sus técnicas y métodos. Hablo de sus clientes, de los parapsicólogos y los sanadores en La Plata. Además mencionó la cantidad de jóvenes que decidían pasar  por una sesión de tirada de cartas y lectura de manos. Lo cual no me sorprendió por lo visto en otros lugares similares. Al preguntar sobre cuál es la consulta más frecuente  de los jóvenes menciona que  son los males de amores.
“…lo principal son los engaños, reconciliaciones y buscar el nuevo amor…” Sonríe buscando complicidad y guiñándome el ojo
Al consultarle cómo se definía me dijo que él se consideraba parapsicólogo dado que de muy joven tenía percepciones diferentes a los demás que hacía que el supiera antes que los otros lo que iba a suceder. De  ahí el interés por obtener cada vez más una formación en esta pseudociencia y desarrollarla como medio de vida profesional.
Su explicación fue muy concreta, le agradecí y me retire del lugar. Transite las mismas escaleras que me condujeron al exterior con la diferencia de que la gente ya no estaba, los ruidos eran otros después de dos horas, entonces decidí tomar el 202 de regreso a casa

Gonzalo Apaulaz

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