jueves, 21 de noviembre de 2013

Colillas en el manicomio



A primera vista, la Clínica San Juan, es una casa grande y linda. Pero es muy distinto de lo que se vive adentro.
Las rejas tapadas por lonas verdes, son altas y no dejan ver el lado de adentro de la clínica. Al entrar hay una recepción y una puerta que no cualquiera puede atravesar. Solo están autorizados los médicos, mucamas, y dentro del día de visita, los familiares autorizados. Un corto pasillo te lleva a otra puerta de rejas y el ruido del timbre indica que ya estas adentro.
Al  pasar esta segunda puerta ya entras al lugar que para muchos de los que están ahí será su casa por muchos meses y para otros, años.
Hay un patio pintoresco lleno de plantas, arboles, una pileta y algunos bancos. Todo parece una especie de hotel, pero solo basta con mirar hacia arriba para ver las rejas que se prolongan sobre las paredes para quitar esa ilusión, y mirar hacia abajo para ver el suelo minado de colillas, reflejando la ansiedad de los que conviven en el San Juan. Allí deambulan personas que matan el tiempo caminando en círculo, mirando a la nada, o esperando la llegada de alguna visita o medico que les diga cómo va a seguir su estadía.
Hay diferentes sectores en el que se agrupan a los pacientes según la edad o padecimiento. Los menores de 18 años deben ser acompañados por un mayor que convive con ellos hasta el final de su internación. Cada sector tiene un office en el que se hace fila para tomar la medicación, un comedor amplio, una cocina, una terraza, y habitaciones para dos o tres personas, con un baño cada una. También hay habitaciones VIP, que no son muy diferentes a las demás, pero que igualmente marcan una diferencia. Los hombres duermen separados de las mujeres y el comedor es el punto de encuentro de todos los que habitan cada sector.
Al entrar, te sacan cualquier cosa que tenga punta, y que ellos consideren peligroso. No hay celulares, y solo con un permiso se pueden recibir llamadas al teléfono del sector. Luego te llevan a tu habitación donde es común ver a tu acompañante de cuarto sedado y atado. Dentro de allí, las paredes son el único lugar para lo propio, fotos de familiares, dibujos, calendarios en los que se tachan los días y manualidades.
Al llegar la mañana se oye la puerta y la voz del enfermero, o de quien esté a cargo del office, llamando a las 7am para desayunar. El mismo consiste en un mate cocido, te, o leche sola acompañado por pan o galletitas de agua. Solo algunos días existe la posibilidad de desayunar una chocolatada.
 Luego hay que esperar hasta las 11am para el almuerzo. Ahí llega el primer momento del día en el que hay que rebuscársela para “matar el tiempo”. Los pacientes fuman desde temprano. Cabe aclarar que el cigarrillo en ese lugar es uno de los pasatiempos más importantes, cada uno tiene su atado y en caso de no tener, resulta incomodo pedir uno. Hay que hacerlos durar hasta la próxima visita o hasta que algún autorizado salga a hacer mandados.
Los pacientes se agrupan para tomar mate, en caso de haber llegado al horario de carga de agua caliente para los termos. Algunos miran televisión, otros juegan al truco, leen diarios, y otros van a los talleres. Estos son: musicoterapia, plástica, terapia ocupacional, educación física y una radio. Cada uno tiene su horario.
Musicoterapia está a cargo de Leandro, un joven que llega a la clínica con una guitarra, cancioneros, y una caja llena de instrumentos para que sean utilizados por los pacientes. Es el taller más esperado. Se juntan todos en ronda en el patio principal o en el comedor más grande de la clínica para cantar, tomar mates, tocar instrumentos o solo para escuchar.
Plástica, a cargo de Pedro, consiste en pintar mandalas. Llevada a cabo en el comedor, cada mesa está llena de lápices a los que solo él puede sacarles punta.
En terapia ocupacional, llega Andrea con hilos encerados y una tijera para cortarlos, que solo la usa ella. La esperan pocos  pacientes sentados alrededor de una mesa y allí hacen pulseras y manualidades.
Educación física, dictada por Gabriel, consiste en una ronda grande de sillas. En cada una, un paciente sentado y realizando la actividad propuesta.
La radio funciona en el turno tarde, y se emite en toda la clínica y también por internet. Leandro llama a los pacientes que están interesados en participar y se dirigen al Hospital de Día. Al atravesar la puerta se ve una mesa circular con un micrófono en el medio y varios auriculares para cada uno de los participantes.
En cada emisión se leen poemas elaborados por los pacientes, se toca la guitarra y la armónica, y cantan todos juntos. Juan es el encargado del sonido. Si la emisión coincide con una fecha especial, como el día del amigo, de la primavera u otros, se habla exclusivamente sobre eso, y todas las actividades se relacionan con el acontecimiento. Por ejemplo, para el día de la primavera, luego de la radio, se realiza un desfile donde se elige al rey y la reina de la primavera y se hacen juegos.
En los momentos en que no se dictan talleres, los pacientes se las ingenian y organizan actividades grupales, con el objetivo de pasar el tiempo de la manera más agradable, siempre acompañados por el mate, que está presente en todo momento. Tocan la guitarra, comparten sus historias, escuchan música, entre otras cosas.
Llega el momento del almuerzo y las personas se reúnen nuevamente en el comedor de su sector. Muchos se ofrecen para poner la mesa y otros esperan la llegada del carrito con los platos servidos. Cada uno tiene su lugar y es respetado por sus compañeros. La comida es abundante y pesada. Y luego el postre: gelatina, fruta o flan.
Nuevamente, los pacientes no saben qué hacer. Los días miércoles, viernes y domingos las tardes se hacen más llevaderas ya que después del almuerzo llegan las visitas. Es una ocasión ideal para arreglarse, esto hace que uno se vea bien y que también la familia lo vea de esa manera. Pero los días restantes las tardes son infinitas y las actividades rutinarias no alcanzan para sacar el vacio que se siente al no saber cómo sigue todo.
Las visitas de los psicólogos y psiquiatras son muy esperadas. Los llantos son frecuentes y la posibilidad de tener un permiso para salir es lo más esperado por todos.
En toda la clínica resuena el llanto y los gritos de los ancianos del sector de abajo. Esto es muy impactante y produce mucha angustia cuando uno ingresa, pero con el paso del tiempo uno convive con esto y lo naturaliza, es un sonido más del ambiente.
A las 16hs la merienda es lo que sigue, muy parecido al desayuno.
Solo quedan un par de horas para el último ritual del día, la cena. Esta se realiza a las 19hs y siguen las comidas pesadas. Esto junto con la vida sedentaria y la medicación hacen que subir de peso sea común en todos los pacientes.
A las 21hs todos deben estar en sus respectivos cuartos. Hasta que llegue ese momento, todos se reúnen en el sector de abajo para contar chistes y para hablar. Ahí ocasionalmente se forma alguna pareja.
Una vez en el cuarto, hay un nuevo día para tachar. Lo que genera felicidad al estar más cerca del día de la salida, ese día en el que vuelva a sonar el timbre de las rejas, y diga que ya estas afuera. Ese momento es tan duro como el ingreso, ya que te despedís de tus amistades sabiendo que a muchos no los veras mas, pero también sabiendo que empieza una nueva etapa y que fue necesario atravesar por eso.

Florencia López Borán

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