Hay que recorrer un pequeño
pasillo abierto, color grisáceo y de baldosas flojas, ubicado en las afueras de
la Ciudad de La Plata, para llegar al departamento de Margarita, una agradable
señora de 72 años dedicada a las videncias, a las terapias alternativas, a las
gemas, al reiki, al tarot y a los aromatizadores, entre otras cosas.
Vestía una camisa roja, y
pantalones y zapatos negros. Llevaba una cadenita de oro y varios anillos en
sus manos. Su living estaba invadido de fotografías familiares, libros de
filosofía, algunas plantas, velas y sahumerios; tres o cuatro estaban
encendidos en su cocina, impregnando el ambiente de una mezcla de aromas muy
especial.
El living y el comedor
compartían el mismo espacio. Margarita se sentó en una de las seis sillas que
bordeaban su mesa rectangular, la cual estaba cubierta por un mantel de
terciopelo violeta, y que en el medio, como centro de mesa, tenía una
vela grande en forma circular, un recipiente lleno de lapiceras y un
ángel blanco con un rosario del mismo color. Allí también estaban las cartas de
tarot y un péndulo dentro de una caja dorada, una vieja biblia de altar, como
ella señaló, algunas velas que no estaban prendidas pero que generalmente lo
están, según conto, y hojas escritas con los nombres de sus visitantes; a
través de ellas realiza las videncias que entre risas llamó “mis hechizos”.
Había muchos muebles,
demasiados en relación al tamaño de la sala. En uno de ellos, había una vieja
computadora cubierta por una manta roja y algunos adornos pequeños, entre los
que se destacaban pirámides de piedra, que decoraban la habitación. Dos
sillones de cuero color marrón oscuro estaban ubicados en el mismo espacio, con
almohadones bordados en diferentes colores.
La luz era tenue y las
ventanas estaban abiertas, lo que dejaba que entre un aire fresco ideal para el
clima caluroso de esa tarde. Margarita hablaba con un tono muy bajo, que en
conjunto con el ruido de los autos que transitaban por la calle, hacían que se
dificultara la entrevista. El ambiente que se vivía era muy acogedor. Se podía
sentir una confianza especial que hacía muy llevadera la entrevista.
Margarita de pequeña,
siempre se sintió “la oveja negra de la familia”, se sentía diferente a todos.
Ella presentía cosas que iban a suceder. Pero eso nunca la aterro, porque, según
contó, nunca presintió cosas malas. Un ejemplo de sus videncias es que el día
anterior a que se eligiese el Papa, supo que iba a ser Francisco. Muchos les
decían que no iba a suceder eso porque él no tenía la edad para serlo, pero
ella estaba convencida de que lo iba a ser, y así sucedió.
Cuenta que las mayores
visitas son por amor; que generalmente no atiende a menores de 18 años y que
sus prácticas pueden reemplazar a una terapia. Es una mujer confiable y que no
cree en los trabajos de magia negra. A ella la visitan muchas personas ya que,
como dice ella, es considerada una de las mejores de la ciudad.
Florencia López Borán
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